Powered By Blogger

martes, 26 de abril de 2011

Machado de Assis. uno de los más grandes literatos Sudamericanos del siglo XIX

   

El personaje que presentaremos en esta oportunidad, será el escritor brasileño, Joaquim María Machado de Assis, Fundador de la “Academia Brasilera de letras”, considerado además, como uno de los grandes autores en portugués del siglo XIX.
Machado de Assis, fue un novelista brasileño, quien es considerado como uno de los grandes maestros de la literatura de ese país. Machado nació en Río de Janeiro y era de ascendencia africana y portuguesa. Empezó a trabajar a los 17 años de aprendiz en una imprenta y comenzó a escribir en su tiempo libre. De formación casi autodidacta, aprendió inglés, francés, español y alemán. En 1869 era ya un escritor valorado. Destacándose también por su labor como crítico literario y cronista.
Sus obras más famosas están enraizadas en la tradición europea; sus estudios psicológicos, en su mayoría enmarcados en Río, tienen un tono pesimista urbano aliviado por su ingenio irónico en contraste con el estilo romántico y el énfasis regionalista y nacionalista predominante en la narrativa brasileña de aquel tiempo.
En 1896, Machado de Assis fundó la Academia Brasileña de las Letras, y fue su presidente hasta su muerte. “Memórias póstumas de Braz Cubas” (1881), es una narración en primera persona, en la que utiliza técnicas de asociación libre.
 Otras novelas importantes son: “Quincas Borba” (1891), “Dom Casmurro” (1900) estudio despiadado de los celos, considerada la obra maestra de Assis, y su última novela, otro relato en primera persona, Diario de Aires (1908). Se le considera un maestro del relato breve y también escribió poesía y ensayos.

Libros y obras de Joaquim Machado de Assis

 Cronicas Escogidas                                                        2008

memorias póstumas de Blas Cubas                                     2003
Memorial de aires                                                            2001
La ausa secreta y otros cuentos e almas enfermas                2000
La cartomática, El espejo; La iglesia del diablo                      2000
Helena                                                                          1992
Don Casmurro                                                                 1991
Quincas Borba                                                                 1990
los papeles de Cas velha                                                   1944 (2005)
El alienista                                                                      1882 (2009)
Quincas Borba (fragmento)
"Cuando Rubión volvía del delirio, toda aquella fantasmagoría ruidosa tornábase, por unos instantes, un triste silencio. La conciencia, donde quedaban rastros del estado anterior, forcejeaba por arrancarlos de sí. Era como la ascensión dolorosa de un hombre que quisiese salir del abismo y trepara por las paredes, arrancándose la piel, quebrándose las uñas, para llegar al borde, y no caer y perderse. "

Don Casmurro (fragmento)
"Por entonces Escobar había dejado Andarahy y comprado una casa en el Flamengo, casa que todavía vi allí unos días, cuando me vino en gana experimentar si las sensaciones antiguas estaban muertas o tan sólo dormidas; no puedo decirlo bien, porque los sueños, cuando son pesados, confunden los vivos con los muertos a no ser por la respiración. Yo respiraba mal, pero puede ser que fuese por el mar medio agitado. En fin, paseé, encendí un cigarro y di conmigo en el Cattete; había subido por la calle de la Princesa, una calle antigua... ¡Oh, calles antiguas! ¡Oh, casas antiguas! ¡Oh, piernas antiguas! Todos nosotros éramos antiguos, y no es preciso decir que en el mal sentido, en el sentido de viejo y acabado. "

Braz Cubas (fragmento)
“Fuera como fuera, todo estaba explicado, pero no perdonado, ni menos aún olvidado. Virgilia me decía una porción de cosas duras, amenazaba dejarme, y, para concluir, elogiaba a su marido. Él sí que era un hombre digno, muy superior a mí, delicado, un primor de cortesía y de cariño; era lo que me decía, mientras yo, sentado, con los brazos apoyados en las rodillas, miraba el suelo, donde una mosca arrastraba a una hormiga que le mordía una pata. ¡Pobre mosca! ¡Pobre hormiga!
-¿Pero no dices nada, nada? -preguntó Virgilia, parándose frente a mí.
-¿Qué he de decir? Ya te lo expliqué todo; tú te empeñas en enojarte; ¿qué he de decir? ¿Sabes qué creo? Creo que estás hastiada, que te aburres, que quieres acabar...
-¡Justamente!
Y fue a ponerse el sombrero, con mano trémula, rabiosa...
-¡Adiós, doña Plácida! -gritó.
Después caminó hasta la puerta, corrió el pestillo, se dispuso a salir; la tomé por la cintura.
-Está bien, está bien -dije.
Forcejeó aún un poco. La retuve, le pedí que no se fuera, que olvidáramos todo; ella se apartó de la puerta y fue a sentarse en el diván; me senté a su lado, le dije muchas cosas tiernas, otras humildes, otras graciosas. No afirmo que nuestros labios llegaran a estar a la distancia de un hilo de cambray, o todavía menos; es materia de controversia. Recuerdo, sí, que en medio de la agitación cayó al suelo un pendiente de Virgilia, que yo me incliné a recogerlo, y que la mosca de antes trepó al pendiente, siempre llevando la hormiga en la pata. Entonces yo, con la delicadeza propia de un hombre de nuestro siglo, puse en la palma de mi mano aquella pareja de mortificados; calculé la distancia que iba de allí al planeta Saturno, y me pregunté qué interés podía haber en un episodio tan insignificante. Si deduces de eso que yo era un bárbaro, te engañas, porque pedía a Virgilia una horquilla, pensando en separar los dos insectos; pero la mosca olió mi intención, abrió las alas y se fue. ¡Pobre mosca! ¡Pobre hormiga!
"

No hay comentarios:

Publicar un comentario