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viernes, 15 de enero de 2016

Influencia del periodismo del Ejército Libertador en la independencia del Perú


Roberto Revoredo Castro, autor del libro "Influencia del Periodismo del Ejército Libertador en la Independencia del Perú", cuenta sobre cómo se generó la primera edición.

El libro ya fue presentado en Brasil, Perú y en la república Argentina; actualmente Roberto Revoredo Castro, como conferencista internacional especializado en temas de Comunicación Social, es invitado con frecuencia  a Congresos relacionados con la Comunicación, así como a Universidades, instituciones educativas publicas y privadas de diferentes partes de sudamerica, para que exponga con mayores detalles este interesante e inédito tema de gran interés para los estudiantes de las escuelas publicas y privadas, universitarios y público en general.


E-mail: robertorevoredocastro@hotmail.com  

El poeta mexicano Amado Nervo uno de los más importantes vates de América.



Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo, conocido como Amado Nervo, nace en Tepic, Nayarit (México), el 27 de agosto de 1870. Su vida estuvo signada por la tragedia. Su padre muere en 1879, posteriormente se suicida su hermano Luis, y también desaparece Ana Cecilia, su gran amor, en 1912.
Los mejores datos sobre los orígenes y formación cultural de Amado Nervo, se encuentran en dos de sus breves autobiografías escritas en España. Dice en una de ellas: "Nací en Tepic, pequeña ciudad de la costa del Pacífico, el 27 de agosto de 1870. Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo modíficó, encogiéndolo. Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues, Amado Nervo, y, esto que parecía seudónimo -así lo creyeron muchos en América-, y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna literaria. ¡Quién sabe cuál habría sido mi suerte con el Ruiz de  Nervo ancestral, o si me hubiera llamado Pérez y Pérez".
Minado por sus males, tuvo fuerzas, sin embargo, para amar una vez más; en Buenos Aires encontró -dice Alfonso Méndez Plancarte- "su último amor humano, todo cándida limpidez y hecho por partes iguales de admiración, piedad y ternura". Murió en Montevideo el 24 de mayo de 1919. Su retorno a la patria y sus funerales constituyeron una verdadera apoteosis. Yacen sus restos en la Rotonda de los Hombres Ilustres. 
                                                                        A Kempis
                                                       Ha muchos años que busco el yermo,
Ha muchos años que vivo triste,
Ha muchos años que estoy enfermo,
¡Y es por el libro que tú escribiste!
                                                        ¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
La luz, las vegas, el mar océano;
Mas tú dijiste que todo acaba,
Que todo muere, que todo es vano!
                                                          Antes, llevado de mis antojos,
Besé los labios que al beso invitan,
Las rubias trenzas, los grandes ojos,
¡Sin acordarme que se marchitan!
                                                       Mas como afirman doctores graves,
Que tú, maestro, citas y nombras,
Que el hombre pasa como las naves,
Como las nubes, como las sombras,
                                                             Huyo de todo terreno lazo,
Ningún cariño mi mente alegra,
Y con tu libro bajo del brazo
Voy recorriendo la noche negra.
                                                       ¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
Pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
Y es por el libro que tú escribiste!

          Cómo callan los muertos
                                                               ¡Qué despiadados son
En su callar los muertos!

Con razón
Todo mutismo trágico y glacial,
Todo silencio sin apelación
Se llaman: un silencio sepulcral.


  Dormir
                                                   ¡Yo lo que tengo, amigo, es un profundo
Deseo de dormir!... ¿Sabes?: el sueño
Es un estado de divinidad.
El que duerme es un dios... Yo lo que tengo,
Amigo, es gran deseo de dormir.

El sueño es en la vida el solo mundo
Nuestro, pues la vigilia nos sumerge
En la ilusión común, en el océano
De la llamada "Realidad". Despiertos
Vemos todos lo mismo:
Vemos la tierra, el agua, el aire, el fuego,
Las criaturas efímeras... Dormidos
Cada uno está en su mundo,
En su exclusivo mundo:
Hermético, cerrado a ajenos ojos,
A ajenas almas; cada mente hila
Su propio ensueño (o su verdad: ¡quién sabe!)

Ni el ser más adorado
Puede entrar con nosotros por la puerta
De nuestro sueño. Ni la esposa misma
Que comparte tu lecho
Y te oye dialogar con los fantasmas
Que surcan por tu espíritu
Mientras duermes, podría,
Aun cuando lo ansiara,
Traspasar los umbrales de ese mundo,
De tu mundo mirífico de sombras.
¡Oh, bienaventurados los que duermen!
Para ellos se extingue cada noche,
Con todo su dolor el universo
Que diariamente crea nuestro espíritu.
Al apagar su luz se apaga el cosmos.

El castigo mayor es la vigilia:
El insomnio es destierro
Del mejor paraíso...

Nadie, ni el más feliz, restar querría
Horas al sueño para ser dichoso.
Ni la mujer amada
Vale lo que un dormir manso y sereno
En los brazos de Aquel que nos sugiere
Santas inspiraciones...
"El día es de los hombres; mas la noche,
De los dioses", decían los antiguos.

No turbes, pues, mi paz con tus discursos,
Amigo: mucho sabes;
Pero mi sueño sabe más... ¡Aléjate!
No quiero gloria ni heredad ninguna:
Yo lo que tengo, amigo, es un profundo

No obstante la afirmación, en su vida se entretejieron armoniosamente los sucesos dignos de mención, ya adversos, ya venturosos. Escribió muchos libros; fue combatido, pero a la vez amado y ensalzado; fue afortunado capitán en las filas del movimiento literario más importante que ha tenido América. Por el camino de la sinceridad, de la sencillez y del trabajo silencioso, llegó a situaciones brillantes. Justo es lo que dijo en su momento de plenitud:

        Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!  

Corrêa Ayres pionero en la defensa de la naturaleza y la biodiversidad de Brasil





José Márcio Corrêa Ayres fue un biólogo y ecologista brasileño, pionero en la defensa de la naturaleza y en la conservación de la biodiversidad que nació en la localidad brasileña de Belém el 21 de febrero de 1954.
Curiosamente, a pesar de haberse criado en una zona próxima al gran río sudamericano, su viaje al corazón del Amazonas comenzó en Alemania, en el zoológico de Colonia, donde con diecinueve años vio un mono Uacarí blanco originario del Alto Amazonas.
Tras superar la perplejidad que le produjo no conocer esta especie de rostro rojo en su país natal, trabó conversación con los cuidadores del zoológico, dándose cuenta de lo poco que, en aquel momento, se sabía de este raro animal. Decidió entonces regresar a Brasil y profundizar en sus conocimientos estudiando biología en distintas universidades brasileñas y, posteriormente, los puso en práctica trasladando su actividad al remoto interior del Amazonas.
                         
En 1983 se hizo con una barca fluvial en Manaos y, junto a su familia, viajó río arriba para estudiar al Uacarí blanco, haciendo de este trabajo el tema de su doctorado en primatología, título que obtuvo en la Universidad de Cambridge en 1986.
La Estación Ecológica de Mamirauá
Alarmado por la destrucción del hábitat del uacarí, al año siguiente presentó una detallada propuesta para la creación de una «estación ecológica» de 1.124 millones de hectáreas (11.240 kilómetros cuadrados) destinada a proteger a los simios y preservar su frágil entorno, en particular la «várzea» o selva inundada, que durante la estación de las lluvias llega a estar anegada por 12 metros de agua.
En 1990, después de varios años de estudios y de una incesante búsqueda de apoyo gubernamental, se creó, bajo su dirección, la Estación Ecológica de Mamirauá, en lo que Ayres calificó como «un caleidoscopio de vida» en el que abundaban anacondas, jaguares, águilas arpías, delfines rosados de río y manatíes.
Justo en la confluencia de los ríos de aguas blancas ricas en nutrientes que bajan desde los Andes y los ríos de aguas negras y ácidas que nacen en la profundidad de la selva amazónica, la reserva acoge al menos diez especies de monos, unos cuatrocientos tipos de aves, quinientas especies de peces y más de seiscientas variedades de árboles.
Esta reserva, situada en el departamento de Tefél, adquirió desde su creación fama mundial por proponer una modalidad alternativa de conservación, que consistía en utilizar de forma sostenible los recursos naturales de los bosques y lagos de la región, al mismo tiempo que promovía el desarrollo social y económico de las comunidades locales. Este revolucionario enfoque era, cuando se creó la reserva, ilegal. La ley, entonces, se basaba en modelos de parques y reservas de otros países, que obligaban a trasladar a los habitantes de las zonas protegidas.
Para Márcio Ayres ésta era una medida inapropiada para las 20.000 personas que vivían en Mamirauá y sus alrededores, pero el biólogo no cejó en su empeño, a pesar de la indiferencia de los sectores oficiales, la oposición de las poderosas empresas madereras y pesqueras, y las críticas de la línea ecologista dura y más conservadora, que reclamaba la expulsión de los habitantes de Mamirauá.
Cuando el estado de Amazonas creó la Reserva de Desarrollo Sostenible de Mamirauá, introduciendo un nuevo concepto jurídico, hasta entonces inédito en la región, esta reserva única en su género salvó el hábitat de decenas de especies animales y vegetales amenazadas, y permitió que las comunidades de la zona mejoraran su calidad de vida.
Como ejemplo más patente de esa mejora, se presentaba la puesta en marcha del programa de protección de las reservas de peces, la principal fuente de ingresos y de proteínas de la población, al suspenderse la pesca en los lagos.
Tras esta iniciativa, los indígenas que vivían en la reserva compraron una embarcación congeladora y comenzaron a comercializar sus capturas en mercados ubicados río abajo, eliminando así el papel de los intermediarios, que hasta entonces se quedaban con casi todas las ganancias. Esta nueva organización de la comunidad dio sus frutos poco después, y entre 1994 y 1999 la tasa de mortalidad infantil en la reserva se redujo a la mitad.
El fruto del esfuerzo
La labor de Márcio Ayres en la Amazonia podría resumirse con la afirmación de John G. Robinson, vicepresidente de la Wildlife Conservation Society, en la que el ecologista colaboraba como jefe de investigación en zoología, cuando declaró que el conocido como «milagro de Mamirauá» terminaría por ser «reconocido en todo el mundo como un modelo de conservación efectiva».
           
En los últimos años de su vida, Ayres luchó contra un cáncer de pulmón mientras lideraba un movimiento empeñado en salvar la selva pluvial más grande del mundo, y demostró que la extraordinaria biodiversidad del Amazonas está mejor protegida cuando la población local, en vez de ser parte del problema, se convierte en parte de la solución.
Su fallecimiento, el 7 de marzo de 2003 en Nueva York, cuando contaba tan sólo cuarenta y nueve años, conmocionó tanto a la comunidad científica como a la sociedad brasileña, que lo reconocía unánimemente como uno de los mayores colaboradores de las causas conservacionistas en su país, aunque su trabajo alcanzó también repercusión y reconocimiento en todo el mundo.
Por su actividad científica -y por su labor como ecologista jefe encargado de la Conservación de la Wildlife Conservation Society y miembro de la Comisión de Supervivencia de Especies de la Unión Mundial para la Naturaleza, de la que también fue vicepresidente-, Ayres recibió numerosos premios y reconocimientos, entre ellos la Medalla de Oro del Fondo Mundial-WWF, el Premio Von Martis, el Premio Unesco y el Premio Rolex a la Iniciativa de 2002, por su proyecto de creación de la mayor franja continua de selva pluvial del mundo en el Amazonas, y por sus esfuerzos para convencer al mundo de que la conservación es una obligación natural de la población.
Ayres logró demostrar con su trabajo que la mejor forma de salvaguardar la biodiversidad de la Amazonia es que los habitantes de esta selvática región se implicaran y participasen activamente en su desarrollo, convirtiéndose en vigilantes y defensores de esas tierras que eran antes que nada suyas, siempre fiel a su máxima: «Se puede convencer a esas gentes de que es más productivo conservar la naturaleza que saquearla y de que deben ser ellos mismos sus mejores defensores».

José Ortega y Gasset. eminente Filósofo y ensayista español



José Ortega y Gasset fue Filósofo y ensayista español que nació en Madrid el 9 de mayo de 1883. Su pensamiento, plasmado en numerosos ensayos, ejerció una gran influencia en varias generaciones de intelectuales.
Hijo del periodista José Ortega Munilla, hizo sus estudios secundarios en el colegio de Miraflores del Palo (Málaga) y los universitarios en Deusto y Madrid, en cuya universidad se doctoró en Filosofía y Letras con una tesis sobre Los terrores del año mil (1904), subtitulada Crítica de una leyenda. Entre 1905 y 1908 completó sus estudios en Leipzig, Berlín y Marburgo, donde asistió a los cursos del neokantiano Hermann Cohen.
Fue catedrático de Metafísica (su titular anterior había sido Nicolás Salmerón) de la Universidad de Madrid entre 1910 y 1936. En 1916 fue designado académico de la de Ciencias Morales y Políticas. Fundó la Revista de Occidente (1923-1936), la publicación intelectual más abierta al pensamiento europeo de nuestro siglo. Aneja a ella ha funcionado una editorial que, así como su salón de tertulias, ha representado la más selecta modernidad intelectual de su época.
Elegido diputado al proclamarse la república, fundó con Marañón y Pérez de Ayala la Agrupación al Servicio de la República. A partir de 1936 vivió en Francia, Holanda, Argentina y Portugal. Regresó a España en 1945 y residió (salvo viajes al extranjero, especialmente a Alemania) en Madrid. En 1948 fundó con su discípulo, el prestigioso Julián Marías, el Instituto de Humanidades.
Ortega ocupó un lugar de privilegio en la historia del pensamiento español de las décadas centrales del siglo XX. Maestro de varias promociones de jóvenes intelectuales, no sólo fue un brillante divulgador de ideas sino que elaboró un discurso filosófico de notable originalidad.
Gran parte de su actividad se canalizó a través del periodismo, un mundo que conocía por motivos familiares y se adecuaba perfectamente a la esencia de sus tesis y a sus propósitos de animar la vida cultural del país. Además de colaborar en una extensa nómina de publicaciones, fundó el diario El Sol (1917), la revista España (1915) y la Revista de Occidente (1923).
En sus artículos y ensayos trató temas muy variados y siempre incardinados en la actualidad de su época, tanto de filosofía y política como de arte y literatura. Su obra no constituye una doctrina sistematizada sino un programa abierto del que son buena muestra los ocho volúmenes de El espectador (1916-1935), donde vertió agudos comentarios sobre los asuntos más heterogéneos.
No obstante, como denominador común de su pensamiento puede señalarse el perspectivismo, según el cual las distintas concepciones del mundo dependen del punto de vista y las circunstancias de los individuos, y la razón vital, intento de superación de la razón pura y la razón práctica de idealistas y racionalistas. Para Ortega, la verdad surge de la yuxtaposición de visiones parciales, en la que es fundamental el constante diálogo entre el hombre y la vida que se manifiesta a su alrededor, especialmente en el universo de las artes.
El núcleo del ideario orteguiano se encuentra en obras como España invertebrada(1921), El tema de nuestro tiempo (1923), La rebelión de las masas (1930), Ideas y creencias (1940), Historia como sistema (1940) y ¿Qué es filosofía? (1958).
Las cuestiones de estética y crítica literaria fueron objeto de sus reflexiones enMeditaciones del Quijote (1914), Ideas sobre la novela (1925), La deshumanización del arte (1925), Goethe desde dentro (1932), Papeles sobre Velázquez y Goya(1950) e Idea del teatro (1958). Permanentemente cercano a la realidad inmediata, abordó los asuntos políticos en Vieja y nueva política (1914), La decadencia nacional (1930), Misión de la universidad (1930) o Rectificación de la República (1931).
Su estilo, más cerca de la prosa literaria que del discurso filosófico, posee una brillantez expositiva en la que reside una de las claves del éxito y difusión de sus libros.
Falleció en Madrid el 18 de octubre de 1955

Hedda Sterne y sus abstractos expresionistas





El 8 de abril del 2011 murió en Nueva York una rumana de cien años llamada Hedda Sterne. La maquinaria necrológica se puso en marcha a la manera habitual y los titulares fueron: “Muere la última de los abstractos expresionistas”.
Se referían a la pandilla de Jackson Pollock, Mark Rothko, Willem de Kooning y compañía, que durante los primeros años de la Guerra Fría, con la colaboración activa de la CIA y el Departamento de Estado norteamericano, exportó al mundo entero la noticia de que había una nueva forma de pintar y que la capital del arte por excelencia ya no era París, sino Nueva York. Los abstractos expresionistas eran todos hombres, todos ególatras, todos pontificadores y bebedores, y ardieron como bonzos después de pelearse como perros rabiosos, después de descubrir con estupor que habían triunfado. Una foto a doble página aparecida en la revista Life en 1951, con el título “Los Irascibles”, los había hecho famosos. En la foto, entre todos aquellos machos cabríos, asomaba la cabecita de Hedda Sterne, en la última fila, la única mujer. “Soy más conocida por esa foto que por ochenta años de trabajo. Si tuviera ego, me deprimiría”, declaró Sterne en el único reportaje que le hicieron al inaugurar su última muestra, cuando tenía 97 años.
Su aparición en aquella foto fue un malentendido. Los belicosos varones se enfurecieron en masa con ella y con Life, porque la presencia de una mujer le quitaba toda seriedad al asunto (Hedda aparecía en la foto con sombrerito y coqueta cartera colgando del brazo). Hasta el día anterior le decían de manera condescendiente: “Pintas como un hombre. Podrías ser uno de nosotros”. A partir de ese día decretaron que no era ni abstracta ni expresionista, cosa que ella misma les refrendó con una frase que mucha gracia no les hizo: “Es cierto, abstracto es Mondrian. Y, para expresionista, nadie mejor que mi Saul”. 
       
Su Saul era Saul Steinberg, que para aquellos pintores era, sí, un dibujante brillante, incluso un dotado, pero un mero caricaturista del New Yorker. Steinberg era rumano como Hedda, ambos habían frecuentado los mismos ambientes en Bucarest pero recién se conocieron en Nueva York (“Yo era cuatro años mayor que él, y a los diecinueve años no me andaba fijando en muchachitos de quince”), cuando Hedda venía de París, de donde huyó con lo puesto antes que la deportaran por judía, y Steinberg hizo lo propio desde Milán, en donde estudiaba arquitectura hasta que empezaron las purgas antisemitas. Steinberg apareció de visita en su departamentito de la calle 71, un mediodía de 1943, y se quedó dieciocho años. En la bañera de ese departamento pintó en 1949 su archifamosaChica en la tina, que es por supuesto un retrato de Hedda.
A diferencia de la foto de Life, a ella nunca le molestó ser la chica de la bañera de Steinberg, aunque se separaran en 1961. Hedda siguió viviendo en ese mismo departamentito hasta su muerte, cuando ya hacía mucho que el dibujo se había despintado. Tampoco descolgó nunca de la pared de la cocina un hermoso diploma que le había hecho Steinberg consagrándola cocinera en jefe de la casa y de la ciudad (aunque no cocinó nunca más, ni siquiera para sí misma, después de Steinberg). Peggy Guggenheim le reprochó que abandonara la cocina y que se negara con la misma tozudez a que su pintura tuviese una marca de fábrica, un logo-style (Hedda le corregía: “Te refieres, sospecho, a ego-style”). Desde su llegada a América, se había fascinado con lo concreto y lo inmediato: “Estados Unidos era más extraordinariamente surrealista que cualquier cosa que hubiesen imaginado los surrealistas”. Con Steinberg recorrieron todo el país en auto (“Solo nos faltó Hawái; Saul no encontró el camino”). Sterne empezó a pintar autos en movimiento, gigantescas hortalizas vistas desde adentro, piezas de avión en forma de tótems, naturalezas muertas con sanitarios (una de sus obsesiones: las diferencias entre los sanitarios europeos y los del Nuevo Mundo), pero para su estupor y la hilaridad de Steinberg, todo lo que hacía era abstracto a los ojos de sus colegas: “Podrías ser uno de nosotros”, “Pintas como un hombre”.
Sterne confesaba sin pudor que sus momentos de sequía habían sido abundantes, por el simple hecho de vivir dieciocho años junto a un hombre que nunca trabajaba más de tres cuartos de hora seguidos y que confiaba a ciegas en una sola cosa en el mundo: su formidable primer trazo (según Steinberg, ese trazo era su modo de pensar). Durante esas crisis de confianza, Hedda hacía para distraerse psicorretratos a mano alzada de sus colegas y amigos: no eran fisonómicos; eran exclusivamente de la psique, en su opinión. Los acumuló durante años y cuando los expuso, creyendo que eran lo más abstracto que había sido capaz de hacer en su vida, la acusaron de haber traicionado la abstracción y (¡en 1971!) la defenestraron de nuevo. Steinberg había dibujado una vez una historia que Hedda le contó. La tenían colgada en la cocina: una nena está dibujando. La madre le pregunta qué dibuja. La nena dice que a Dios. “¿Cómo puedes dibujarlo si no sabés cómo es?”, dice la madre. “Para eso lo dibujo”, contesta la chica. Rothko y Barnett Newman estaban bebiendo una noche en esa cocina. Barnett le señaló el dibujo a Rothko. “Eso es lo que estamos olvidando todos”, dijo.
         
Desde el momento en que empezó a perder la vista hasta que se quedó ciega, Sterne llevó una suerte de bitácora en forma de dibujos diarios, hechos en crayones blancos sobre papel blanco. Había instalado su mesa de trabajo contra la ventana más grande de su departamento y ahí se sentaba cada día, crayón en mano, buscando la luz con sus ojos lechosos. En un reportaje filmado que le hicieron antes de morir, está sentada a la misma mesa, la luz entra de costado y le ilumina los ojos, tiene el pelo blanquísimo y esa serenidad en la cara que solo los ciegos: es literalmente refulgente. “Los doctores dicen que no puedes gastarte los ojos. Lo que los gasta son otras cosas, no el uso”, dice en determinado momento. “El ego es la herramienta que usan algunos para que el talento parezca genio”, dice en otro momento.
Uno la ve hablar, relatar su vida, y ve aparecer todas las mujeres que fue, todas ellas a la vez: la de diez y la de veinte y la de treinta y la de cuarenta y la de cincuenta, la jovencita fatal de la que se enamoraron Hans Arp y Duchamp, la perseguida por judía, la rescatada por Nueva York, la siempre atenta a la sensualidad del mundo, la artista inmune al ego, la solitaria, la anciana sabia. Como si de alguna manera, en ese envase, se preservaran todas, se preservara lo que la mayoría pierde de sí en el camino. Montherlant dijo que solo había un modo de retratar la felicidad: con tinta blanca sobre papel blanco. Hedda Sterne lo hizo.

"El Diario de Lima" Vocero del colonialismo español



El Periodista y Escritor Roberto Revoredo Castro fue uno de los importantes conferencistas que participaron en el VI Congreso Internacional "Hacia el Bicentenario de la Independencia" 200 años de vida repúblicana, realizado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, Perú.

El evento se llevó a cabo durante los días 24 y 25 de setiembre del 2015 en el Auditorio Rosa Alçarco de la Biblioteca Central de esa importante casa de estudios y fue organizado por el Vicerrectorado de Investigacion de esa Universidad. Su ponencia estuvo encuandrada en el tema a tratar que se denominó "La prensa Escrita y la Difusión de las Ideas de Libertad.


e-mail: robertorevoredocastro@hotmail.com