En septiembre de 2011 Alemania devolvía a Namibia una veintena de
cráneos que el país reclamaba desde 2008. Los cráneos, cuatro de
mujeres y el resto de varones, fueron expuestos frente al altar de la iglesia
de San Mateo de Berlín y entregados en una ceremonia a varios líderes tribales
de las comunidades herero y nama. Entre oraciones y cánticos se agradeció el
gesto, aunque no era suficiente
para compensar uno de los episodios más brutales del pasado colonial alemán.
Miles de cráneos llegaron a Alemania entre 1909 y 1914 procedentes de sus
colonias para ser estudiados con el fin de confirmar la superioridad de la raza
blanca, un análisis que obsesionaba a la Alemania del káiser Guillermo II. Los
resultados nunca fueron revelados, y los alemanes alegaron que los documentos
se habían perdido durante la Segunda
Guerra Mundial.
"Supimos que los restos no sólo estaban en
las universidades, sino que había alemanes que los tenían en sus casas como trofeos o souvenirs",
cuenta a Crónica Esther Muinjangue, profesora en la
Universidad de Windhoek y líder de la Fundación Herero Genocide. Muchos alemanes le habían confesado que
no sabían de dónde procedían esos restos conservados durante años
en
sus familias. Tampoco podían saber que sus antepasados obligaron a las
mujeres a limpiar los cráneos antes de enviarlos a Berlín. "Podían ser de cualquier
persona que ellas conocían, incluso de sus maridos. Fue horrible lo que les
obligaron a hacer. Y lo que hicieron aquí lo hicieron después con los
judíos", señala Muinjangue.
Nos reunimos en una cafetería en Windhoek,
capital de Namibia, donde
el halo germano persiste y que hoy es el principal destinatario de la ayuda
humanitaria alemana. Alemania
perdió Namibia y el resto de sus colonias al finalizar la Primera Guerra
Mundial. Desde 1915 fue administrada por los británicos a través de
Sudáfrica, adquiriendo el sistema del apartheid en 1923, hasta
que en 1990 alcanzó su independencia. Namibia, que no es un país de sonrisas, es un ejemplo más de que hay
masacres olvidadas en la historia, imposibles de olvidar.
Las matanzas de las tribus herero y nama fueron olvidadas por la historia, pero
grabadas a fuego por sus descendientes. Entre 1904 y 1908, soldados alemanes
acabaron con el 85% de los herero (en cuatro años pasaron de unos 90.000 a
15.000) y el 50% de los nama (de 20.000 a 10.000) en lo que los historiadores
consideran el primer genocidio del
siglo XX. Su delito: estar asentados en el lugar incorrecto. A Alemania, la Conferencia de Berlín, que en 1884 repartió
África, le otorgó Namibia, Togo, Camerún y algunos territorios de la actual
Tanzania. Los alemanes, asentados en las colonias portuarias de Walvis Bay y
Swakopmund, comenzaron sus incursiones al centro y al sur buscando tierras
cultivables y yacimientos de minerales.
Namibia posee uno de
los desiertos más extensos del planeta, con lo que las partes fértiles se localizaban en las zonas centrales y
del sur, donde se encontraban los herero y los nama. Los colonos comenzaron a
ocupar las tierras con el consecuente rechazo de las tribus locales, que en 1903 se rebelaron y mataron a 200
alemanes. La respuesta de Berlín fue un ataque desmesurado. En 1904 el
káiser Guillermo II envió 14.000 soldados comandados por el general Lothar von
Trotha, quien llegó a decir de los herero: "Creo que esta nación debería
ser aniquilada como tal. Sólo tras
esta limpieza puede emerger algo nuevo". Y así ocurrió.
Las órdenes fueron disparar hasta su exterminación si no se rendían, y los que
huyeron no tuvieron mejor destino y encontraron la muerte en los desiertos
Namib y Kalahari. Se dice
que los soldados envenenaron los pozos de agua para garantizar que nadie
regresaba con vida. Los que optaron por rendirse no gozaron de mejor suerte y fueron
confinados en campos de concentración, donde sufrieron abusos y malos tratos.
Para Muinjangue, el origen del Holocausto nazi se encuentra en Namibia.
Concretamente, en el
campo de concentración de Swakopmund, que creó el concepto Konzentrationslager (campo
de concentración), bajo el mandato del gobernador de Namibia Heinrich Göring,
padre de Hermann Göring, que posteriormente sería el segundo de Adolf Hitler.
"La definición de genocidio implica que ha
habido un pensamiento previo de
acabar con un grupo en particular, por cuestiones étnicas, políticas o
religiosas. Es lo que pasó en Namibia", relata a Crónica el
profesor Ngondi Kamatuka,
presidente interino de la Asociación Ovaherero contra el Genocidio en Estados
Unidos. Kamatuka creció como refugiado en Zambia y hace cuatro décadas se
trasladó a Kansas, desde donde aboga por hacer justicia con sus antepasados.
"Yo tengo sangre alemana",
dice mostrando una foto de una mujer de piel mestiza. "Mi bisabuela
materna fue violada y también mi bisabuela paterna", expone. Es uno de los
cientos de exiliados criados fuera de Namibia.
Con el centenario de la masacre, aumentó la presión hacia Alemania para
reconocer la barbarie. En 2006 comenzaron las conversaciones entre los
gobiernos alemán y namibio para acordar una compensación justa. Pero hasta
ahora nada ha sido concretado. Alemania no ha reconocido oficialmente que se
trata de un genocidio y los representantes de los herero y los nama se sienten marginados de la negociación. Eso
les motivó a presentar una demanda en un tribunal de Nueva York con la base de
que se cometieron crímenes contra la humanidad, por lo que deberían tener ese
tratamiento y esa compensación. Alemania contesta que ya ofrece mucha ayuda
económica a Namibia. Para evitar que pueda producirse una demanda masiva en
todas las ex colonias, Muinjangue señala que "están abiertos a otras opciones", como programas de estudio
en Alemania. "A principios del año pasado Alemania pidió a Turquía que reconociera el genocidio de Armenia,
pero no quiere usar el término genocidio con lo que ocurrió en Namibia. Aquí se
ve el doble estándar", critica Kamatuka.
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