Nacido aún en la década de los 30, en Maceió (AL), el día 9 de agosto de 1931, cuando el fútbol aún daba sus primeros pasos en Brasil, Mario Jorge Lobo Zagallo vino al mundo para ser diferente. |
Supersticioso, marcó época por su obsesión con el número
13 y por diversas manías adoptadas para obtener suerte –que de hecho posee:
ganó cuatro Mundiales de Fútbol con
la Selección.
El Viejo Lobo, como es conocido, se mudó a los 8 meses de
edad para Rio de Janeiro, en aquella que sería la ciudad que escribiría
prácticamente toda su historia en el deporte. Entró en el América-RJ, en 1943,
como socio contribuyente del club. Practicaba vóley y tenis de mesa, pero fue
jugando como puntero izquierda que descubrió su vocación.
Acabó transfiriéndose para el Flamengo en 1951, y allá
dio un paso significativo para su crecimiento como futbolista. Fueron siete
años con la camisa rojo-negra, 217 partidos, tres campeonatos cariocas y un
lugar en la Selección Brasileña. Se volvió una pieza clave en el esquema
táctico que trajo a Brasil su primer título de Mundial, en 1958: era el puntero
que retrocedía para auxiliar al medio del campo, en el famoso esquema 4-3-3 que
tuvo éxito en Suecia. Pequeño y veloz, dejó al buen Pepe en la reserva del
equipo, se volvió la “hormiguita” del equipo, atacando con peligro, ayudando en
los laterales, empujando los contraataques y ayudando en las jugadas
defensivas.
Después de la conquista, pasó a jugar por el Botafogo, de
donde no saldría más. Venció dos estatales, fue bicampeón del mundo por la
Selección en 1962, en Chile, y permaneció en General Severiano hasta colgar los
botines, en 1965, con 34 años. A partir de ahí, se dedicó a ser un entrenador
estudioso, que ganó seguido dos cariocas y una Copa Brasil –una de las competiciones
que antecedieron al Campeonato Brasileño– por el equipo de Estrela Solitária. Luego,
llegó al mando del equipo principal de Brasil y debutó en un amistoso de un
combinado Botafogo Santos, que goleó a Argentina por 4 a 1.
Zagallo no sintió el peso de reemplazar al legendario
João Saldanha en el mando de aquel que es considerado por muchos como el mayor
equipo de todos los tiempos: la Selección Brasileña de 1970, tricampeona en el
Mundial de México con seis victorias en seis partidos. Respaldado por la
conquista, el Viejo Lobo siguió en el mando del seleccionado nacional hasta el
Mundial de 74, en Alemania, pero sucumbió en las semifinales por el poderoso
equipo de Holanda y dejó el cargo.
Entre los años 70 y 80, Zagallo pasó por diversos clubes
cariocas: Fluminense, Flamengo (dos veces), Botafogo (dos veces más), Vasco da
Gama y Bangu, con más destaque para el equipo de Gávea, por el cual fue campeón
de dos Campeonatos Cariocas y ayudó a revelar el medio Zico. Aún en esa época,
entrenó a las selecciones de Kuwait, de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes
Unidos, clasificando este último para el Mundial de 1990. En los años 90, tuvo
un nuevo paso por el Vasco y retornó a la Selección en 94 como coordinador
técnico del equipo dirigido por Carlos Alberto Parreira que fue tetracampeón en
los Estados Unidos.
Retomó el cargo de entrenador seguidamente y dirigió el
equipo en el Mundial de 98, pero perdió la final para Francia, en el juego que
quedó marcado por la convulsión del atacante Ronaldo.
Ya sintiendo el peso de la edad, Zagallo todavía pasó por
la Portuguesa y tuvo un último paso victorioso por el Flamengo, con la
conquista del Carioca y de la Copa de los Campeones del 2001. Incluso tuvo un
nuevo paso por la Selección como coordinador, nuevamente por un seleccionado
dirigido por Parreira, pero vio al país caer aún en cuartos de final del
Mundial de 2006, en Alemania. Abandonó el fútbol como el primero en haber
vencido el Mundial de Fútbol como jugador, técnico y como coordinador, habiendo
sido responsable directo de cuatro de los cinco títulos mundiales brasileños. De
hecho, las supersticiones de Zagallo le dieron mucha suerte.
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domingo, 31 de marzo de 2013
Mario Lobo Zagalo cuatro veces campeón del mundo con la selección de fútbol de Brasil
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