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viernes, 15 de enero de 2016

El poeta mexicano Amado Nervo uno de los más importantes vates de América.



Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo, conocido como Amado Nervo, nace en Tepic, Nayarit (México), el 27 de agosto de 1870. Su vida estuvo signada por la tragedia. Su padre muere en 1879, posteriormente se suicida su hermano Luis, y también desaparece Ana Cecilia, su gran amor, en 1912.
Los mejores datos sobre los orígenes y formación cultural de Amado Nervo, se encuentran en dos de sus breves autobiografías escritas en España. Dice en una de ellas: "Nací en Tepic, pequeña ciudad de la costa del Pacífico, el 27 de agosto de 1870. Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo modíficó, encogiéndolo. Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues, Amado Nervo, y, esto que parecía seudónimo -así lo creyeron muchos en América-, y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna literaria. ¡Quién sabe cuál habría sido mi suerte con el Ruiz de  Nervo ancestral, o si me hubiera llamado Pérez y Pérez".
Minado por sus males, tuvo fuerzas, sin embargo, para amar una vez más; en Buenos Aires encontró -dice Alfonso Méndez Plancarte- "su último amor humano, todo cándida limpidez y hecho por partes iguales de admiración, piedad y ternura". Murió en Montevideo el 24 de mayo de 1919. Su retorno a la patria y sus funerales constituyeron una verdadera apoteosis. Yacen sus restos en la Rotonda de los Hombres Ilustres. 
                                                                        A Kempis
                                                       Ha muchos años que busco el yermo,
Ha muchos años que vivo triste,
Ha muchos años que estoy enfermo,
¡Y es por el libro que tú escribiste!
                                                        ¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
La luz, las vegas, el mar océano;
Mas tú dijiste que todo acaba,
Que todo muere, que todo es vano!
                                                          Antes, llevado de mis antojos,
Besé los labios que al beso invitan,
Las rubias trenzas, los grandes ojos,
¡Sin acordarme que se marchitan!
                                                       Mas como afirman doctores graves,
Que tú, maestro, citas y nombras,
Que el hombre pasa como las naves,
Como las nubes, como las sombras,
                                                             Huyo de todo terreno lazo,
Ningún cariño mi mente alegra,
Y con tu libro bajo del brazo
Voy recorriendo la noche negra.
                                                       ¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
Pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
Y es por el libro que tú escribiste!

          Cómo callan los muertos
                                                               ¡Qué despiadados son
En su callar los muertos!

Con razón
Todo mutismo trágico y glacial,
Todo silencio sin apelación
Se llaman: un silencio sepulcral.


  Dormir
                                                   ¡Yo lo que tengo, amigo, es un profundo
Deseo de dormir!... ¿Sabes?: el sueño
Es un estado de divinidad.
El que duerme es un dios... Yo lo que tengo,
Amigo, es gran deseo de dormir.

El sueño es en la vida el solo mundo
Nuestro, pues la vigilia nos sumerge
En la ilusión común, en el océano
De la llamada "Realidad". Despiertos
Vemos todos lo mismo:
Vemos la tierra, el agua, el aire, el fuego,
Las criaturas efímeras... Dormidos
Cada uno está en su mundo,
En su exclusivo mundo:
Hermético, cerrado a ajenos ojos,
A ajenas almas; cada mente hila
Su propio ensueño (o su verdad: ¡quién sabe!)

Ni el ser más adorado
Puede entrar con nosotros por la puerta
De nuestro sueño. Ni la esposa misma
Que comparte tu lecho
Y te oye dialogar con los fantasmas
Que surcan por tu espíritu
Mientras duermes, podría,
Aun cuando lo ansiara,
Traspasar los umbrales de ese mundo,
De tu mundo mirífico de sombras.
¡Oh, bienaventurados los que duermen!
Para ellos se extingue cada noche,
Con todo su dolor el universo
Que diariamente crea nuestro espíritu.
Al apagar su luz se apaga el cosmos.

El castigo mayor es la vigilia:
El insomnio es destierro
Del mejor paraíso...

Nadie, ni el más feliz, restar querría
Horas al sueño para ser dichoso.
Ni la mujer amada
Vale lo que un dormir manso y sereno
En los brazos de Aquel que nos sugiere
Santas inspiraciones...
"El día es de los hombres; mas la noche,
De los dioses", decían los antiguos.

No turbes, pues, mi paz con tus discursos,
Amigo: mucho sabes;
Pero mi sueño sabe más... ¡Aléjate!
No quiero gloria ni heredad ninguna:
Yo lo que tengo, amigo, es un profundo

No obstante la afirmación, en su vida se entretejieron armoniosamente los sucesos dignos de mención, ya adversos, ya venturosos. Escribió muchos libros; fue combatido, pero a la vez amado y ensalzado; fue afortunado capitán en las filas del movimiento literario más importante que ha tenido América. Por el camino de la sinceridad, de la sencillez y del trabajo silencioso, llegó a situaciones brillantes. Justo es lo que dijo en su momento de plenitud:

        Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!  

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