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miércoles, 18 de diciembre de 2013

Norelys Morales Aguilera y su poesía "Desde el Terral"

 
Esperábamos ansiosos que la periodista cubana Norelys Morales Aguilera se decidiera a publicar sus poemas, teníamos la ansiedad de leer sus versos, no sé cómo fue que llegó desde la isla de Martí, un poemario de nuestra querida Norelys, y no dudamos de publicar algunos de ellos.
Tuve el altísimo honor de conocer personalmente a Norelys Morales Aguilera el año 2011 cuando llegó a la ciudad de Porto Alegre para participar de algunos fórums y conferencias; De esta forma se concretó mi anhelo de conocer a esta intelectual y aguerrida colega periodista cubana, con quien solía intercambiar noticias de Brasil, de Cuba y de otros países hermanos de Latinoamérica o mejor dicho de “Nuestra América” como decía José Martí. 

     
                                    Conversando con Norelys Morales, en Porto Alegre, Brasil
 
Hace unos días llegó a mi mesa de redacción un poemario de Norelys denominado,   Desde el Terral, a través del cual podemos percibir algunos aspectos que laten en la profundidad de sus emociones, donde conviven –sin confundirse- las pasiones de mujer, de madre y la búsqueda del conocimiento, lo que genera en ella ese entusiasmo que la impulsa a ser lo que es; una justa pero ardorosa luchadora social.
  
El poeta cubano Arístides Vega Chapú, dice al respecto; “Una mujer ha escrito estos poemas para hacernos participes de su verdad revelada sin prejuicios, sabiendo que estás palabras son capaces de alcanzar esa dimensión, en la que confluyen lo real y lo irreal… De lo conversacional, al simbolismo de imágenes muy elaboradas, el aliento vital de esta poesía,  necesitada de múltiples lecturas, logra desplazarse hacia el definitivo espacio de la geografía poética, en que es posible visualizar la realidad”
 
Entonces vayamos a lo que interesa…
 
CRUZ DE ESPUMA
           
La noche suena a cuchillo,
a pedazo de infierno
Y suena a viejo dolor.
Cómo he de volver si estoy vuelta,
caigo dentro de mí en dos mitades
y me levanto en un caracol sin mar
y sin el viento que entró y puja
por salir de los horrores al silencio
que la noche arremolina mansa y dura.
Quizá me desperdicia por caída
una alegría que debí consumar,
aquel paisaje y aquel hombre
puesto ante mí y erguido abismo
Quizá me levanta una algo. Algo
ignorado en el dominio del porvenir,
que hará mi cruz de espuma.
 
 
LA MANSEDUMBRE DEL ESTRAGO
 
La mansedumbre del estrago ha vuelto.
Ya acabó en lo profundo  de la flor
con que tanto alumbré las honduras.
Parezco una mujer sola y apacible
que se mece en el sillón de las brisas
al pie de los olores de las viejas paredes.
Y estoy llevando un carruaje que gira
para colmar las espumas terrosas
Mi padre cabalga y me ofrece las riendas,
mi hermano caza, mi hermana juega
y mi madre sujeta el monte.
Y estoy queriéndome ver entre las rocas
conduciendo aquellos niños ya viejos
que no saben qué hacer con las ternuras
El edredón del paisaje cabe en mis dedos,
a veces me asfixia no recorrerlo,
también me hierve y me desborda.
Y estoy escapando del vértigo
en lo más mundano que quiero,
en lo más callado hay fieros vuelcos
Parezco sola y apacible para que
esta mansedumbre del estrago
no me inunde ni me lleve
a donde se regresa en llanto.
 
 
LOS DOMINGOS EN LAS TARDES
 
Los domingos en las tardes
me quedo con tus recuerdos.
Mi casa se vuelve ventanales
que hacen gestos
y rincones arbolados.
Siento la humedad de las paredes
como ataque de lanceros
y vuelan flechas
hasta los codos de los techos.
Los personajes desaparecen
y queda esa ausencia presente
que te da forma
para traerme historias de mi
al contraluz de los vitrales.
Siempre hay brisa y olores.
Una constelación de fugacidad
quita los espacios,
tiene el lecho.
Cae agua en la fuente
y miro las arañas perpetua
y algún ave apacible.
 
 
LA DISTANCIA
La distancia clava su dimensión entre la multitud
Alguien remueve el estertor de los rincones y
avanzar el pie es un signo que apacigua
el halo de los cuerpos. Si de pronto, la lluvia
empapa, es un llamado de las eras. Un lapso
donde volverse niño, desenvaina las grandes madrugadas
ese desorden que la distancia enfila a duras penas
para tenderlo hacia detrás y hacia a delante
como un infinito y un cosmos alígero entre dientes.
Si de pronto suena una trompeta callejera, los acordes
conminan a los cuerpos que en lo lejano siguen cerca
y son un cardumen colorido, estrepitoso y distanciado
donde cada uno es un grano de arcilla, un polen
imposible de unir o separar, imposible hacer de magma.
Si de pronto, nos amaramos con la casualidad remota
la distancia vendría a ser un puerto, una caleta salvadora
en que los peces cubren y fecundan las espumas
anticipando, modelando el cristal de la sangre,
trayendo la voz marcada desde siempre,
como esa flor que se apropia de su espacio
al ritmo de un interior inexplicable, todo arriba.
Pero estamos hechos de una sustancia amatoria
que tiramos por la ventana de los tiempos
hacia fauces calcinantes que decapitan.
 
 

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